La primera vez que me hablaron de mi identidad como algo malo, fue cuando mi tía materna me dijo que ella me ayudaría para que yo no sufra.
Lo recuerdo muy claramente, ser quien yo soy era como el comienzo de algo malo que, según mi tía, estábamos a tiempo de resolver antes que avance. Yo no entendí pero con mis 11 años, confiaba en ella y asentí con la cabeza.
Mi tía me llevó a ver a una acompañante terapéutica holística que con piedras y charlas me ayudaría a no sentir atracción por otras chicas. Yo no tenía claro a esa edad si me gustaban las mujeres o los hombres, pero algo en mi les hacía presuponer mi lesbianismo.
Las charlas con la acompañante terapéutica holística comenzaron siendo un poco incómodas, luego tenebrosas y finalmente traumáticas. Comencé a aislarme, comencé a tener trastornos alimenticios, insomnio, dolores inexplicables y mucho miedo a socializar.
Para asegurarse que mi “conversión” fuera efectiva, la acompañante terapéutica holística incorporó videos y fotos explicitas, de lesiones en cuerpos de mujeres, luego descubrí que esas imágenes no tenían relación con encuentros sexuales lésbicos, pero a esa edad no lo sabía. La manipulación fue tal que años después comencé relaciones con hombres para asegurarme en mi heterosexualidad,
Fui sexualizada desde el inicio de mi adolescencia, no me refiero a tener relaciones, sino que la idea de la sexualidad me fue impuesta y a diferencia de mis amigas yo pensaba en el sexo pero como algo sucio, doloroso y que me destruiría a menos por supuesto que fuera con algún varón cis heterosexual.
Tuve noviazgos y relaciones con hombres que no me atraían pero así yo estaba escapando del dolor. Un dolor eventual que no sentí, al contrario, me lastimaba a mi misma siendo alguien que no era ni soy.
Comencé a deprimirme y a tener excesos en pastillas y alcohol, así me anestesiaba a mi misma y no sentía ni pensaba nada.
Finalmente, mi novio de ese entonces me habló y me dijo “creo que necesitas terapia, aunque eso signifique que terminemos, yo te voy a acompañar, para mi necesitas hacer terapia”.
Empecé terapia y me descubrí, me reconecté con mi misma a los 11 años y pude poner en palabras y revivir toda esa horrible experiencia.
Rompí con mi novio, hoy es mi amigo, y comencé a descubrir mi verdadero deseo y hoy mi vida es otra.
S. M. (30 años)
