Las personas que sobrevivimos a las terapias de conversión, tenemos el desafío diario de repararnos.
Despertas con recuerdos confusos, es inevitable preguntarse ¿por qué me pasó eso? Es una lucha diaria intentar no odiar a las personas que te llevaron ahí pensando que era lo mejor para vos.
Yo tuve la suerte que mi pareja me acompaña en este proceso. No puedo creer que minimicen estas atrocidades. Que no contemos con una ley.
Cada día me reconstruyo y con mi mejor sonrisa enfrento el día. Creo que es algo que estará conmigo toda la vida.
